Ni que decir tiene que el agua hay que beberla siempre embotellada y cuidarnos de lugares que nos den mala pinta. Los primeros días teníamos más precaución con los vasos, cubiertos, palillos,…. Pero al poco tiempo te vas adaptando y dejas de plantearte dudas, así que te bebes muy a gusto el cóctel aunque tenga hielo, te das un masaje sin pensar en las normativas que cumplen o no, te pones el casco que te ofrece el tipo de la moto-taxi, disfrutas de la comida sin calentarte la cabeza y utilizas las duchas a la peculiar manera vietnamita (sin bañera ni plato de ducha sino desaguando directamente en el suelo del baño, mucho más limpio y cómodo de lo que puede parecer). En fin, mi consejo es que liberes la mente y disfrutes sin agobios pero con sentido común. Al fin y al cabo son ochenta y tantos millones de vietnamitas y se les ve bastante saludables, por algo será.
Nos pusimos las vacunas que nos aconsejaron en Sanidad Exterior (hepatitis A y B, tétanos-difteria y fiebre tifoidea, aunque ninguna es obligatoria) y compramos los medicamentos que nos aconsejaron (como el Malarone para el paludismo); completamos el botiquín con lo normal para cualquier viaje y repelente y parches contra los mosquitos. Afortunadamente sólo tuvimos que utilizar esto último, algún polaramine para las picaduras (nada del otro mundo) y algún ibuprofeno (menos de los que necesitamos en casa después de un mal día en el trabajo o una especialmente dura sesión en el gimnasio). Siempre es un gustazo traer de vuelta el botiquín prácticamente intacto.
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