miércoles, 14 de septiembre de 2011

Domingo 24 /lunes 25 (julio de 2011)

Poco después de las ocho de la mañana nos subimos al tren que nos llevará a Madrid, empezando así la primera etapa de nuestro viaje. Estoy nervioso buscando que nos olvidamos, sensación que siempre aparece en momentos como este. Y esta vez acierto, se me olvido desconectar el interruptor general de la luz para ahorrar unos eurillos durante las tres semanas que estaremos fuera. Endesa gana, nosotros perdemos… como siempre.

El viaje en tren resulta cómodo y puntual. Nos comemos unos bocadillos en Atocha y rápidamente cogemos el autobús para el aeropuerto. Hacemos el cheking fácilmente con British Airways (muy bien atendidos por los chavales que forman su personal de tierra) y tras pasar el control de seguridad y el trenecito nos plantamos en la zona de embarque a esperar la salida de nuestro vuelo a Londres. Este sale puntual y un rato después estamos en Heathrow. Otro ratito de espera y vuelta a embarcar con dirección Bangkok. Nuevamente la puntualidad es la norma.

Aquí me gustaría hacer un paréntesis para comparar los aeropuertos de Madrid y Londres. Barajas estaba tranquilo, poca gente, nada de agobios, cómodo para andar por allí… pero también triste y deprimente a mediados de verano, fiel reflejo de la crisis que padecemos. Sin embargo Heathrow estaba atestado, hirviendo de gente que se mueve en todas direcciones, tropezando contigo, hablando a voces en mil lenguas distintas, comprando, comiendo, buscando su vuelo,… en una palabra: vivo. Me levantó el ánimo y me hizo entrar en “modo combate”.

Una vez en el avión (también de British y que continuaba hasta Sydney) nos acomodamos en la zona central de cuatro asientos entre una guiri gordita y otra con pinta de monja. Comemos y dormimos todo lo que podemos para hacer pasar las más de once horas de viaje.



Al llegar a Bangkok buscamos el mostrador de Vietnam Airlines porque tenemos que volver a hacer el cheking (menos mal que la maleta va directa). Nos resulta un trámite rápido y cómodo) por lo que nos queda tiempo de sobra para comernos unas chuletas con patatas y una cerveza tailandesa (Cham) a buen precio. Después damos un paseo por el aeropuerto, innegablemente asiático, lleno de colorido y muy bonito. Bastante gente también aquí y muchos productos locales en venta, sobre todo dulces y otras chucherías.

El vuelo hacia Hanoi vuelve a ser puntual y cómodo en un avión muy nuevo. Al bajar por las escalerillas recibimos una bofetada enorme de calor ¡joder! Hemos llegado al trópico. Los trámites de aduana y equipaje son rápidos y sin ningún inconveniente nos encontramos en el coche que nos habían mandado desde el hotel. Algo más de tres cuartos de hora y por fin podemos descansar. Pero va ser que no. Antes de ir a la habitación nos ofrecen té, sandía y otra fruta que no conozco con pinta parecida a la sandía pero blanca y puntitos negros. Al principio decimos que no pero finalmente tenemos que acabar probándolo todo, si no les da algo.

Nos ofrecen la posibilidad de reservar con ellos las excursiones a Sapa y la Bahía de Halong, cosa que hacemos tras comprobar que nos sale más barato que lo que ya habíamos investigado antes por Internet.

El tema nos lleva un buen rato ¿el joío habla inglés todavía peor que yo! Y eso unido a los cambios mentales entre euros, dólares y dongs… os podéis imaginar el lío. Pero al final los dejamos todo atado (tren a Hue incluido) por unos 21 millones de dongs que pago con la tarjeta.

Por fin podemos ducharnos y tumbarnos a dormir en una habitación decente, con más pros que contras.

Aunque lo de dormir es muy relativo… me paso la noche mezclando aeropuertos con dongs, trenes con dólares, sandías con bocatas,… y deseando que amanezca para comenzar a disfrutar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario